APRENDE A PONER LÍMITES: un acto de autocuidado y autenticidad

Poner límites es una de las habilidades emocionales más importantes para mantener relaciones sanas y equilibradas. Sin embargo, para muchas personas, decir “no” puede resultar una tarea muy difícil.

Desde pequeños, muchos hemos aprendido que “ser buenos” significa complacer, ayudar y no contradecir. Así, asociamos poner límites con decepcionar a los demás o parecer egoístas. Decir “no” a menudo despierta culpa, porque rompe con el patrón de querer agradar y mantener la paz a cualquier precio. En realidad, este miedo al rechazo o por generar conflicto nos aleja de nuestro bienestar, ya que acabamos viviendo pendientes de las expectativas externas.

Cuando no establecemos límites, acabamos desconectándonos de nosotros mismos. El problema aparece cuando poner nuestras necesidades en segundo lugar, deja de ser una excepción puntual.

Con el tiempo, a base de complacer, podemos perder el contacto con quienes somos y con lo que necesitamos. Dejemos de preguntarnos qué queremos realmente y acabamos actuando según lo que se espera de nosotros, más que por voluntad propia. Esto puede generar confusión, pérdida de identidad y una sensación de vacío, puesto que dejamos de reconocer nuestras propias necesidades. Al mismo tiempo, las relaciones se vuelven desequilibradas: una persona da constantemente y la otra —a menudo sin darse cuenta— recibe más de lo que corresponde. Con el tiempo, este desequilibrio puede debilitar el vínculo y generar resentimiento.

Para evitarlo es fundamental aprender a expresarnos con claridad y sinceridad. Nadie puede respetar unos límites que no conoce, y comunicar lo que necesitamos no es egoísmo, sino una forma de autocuidado que también da al otro la posibilidad de cuidarnos mejor.

Empezar a poner límites no significa levantar muros, sino crear espacios de respeto. Se puede empezar con pequeños gestos, como decir «ahora no puedo hablar, te llamo más tarde» o «este fin de semana necesito descansar». También es útil proponer alternativas como: “hoy no puedo quedar, pero mañana por la tarde sí”. Así mantenemos la relación, pero cuidamos nuestro espacio personal y emocional.

En definitiva, poner límites es un acto de salud emocional y de amor propio. No es un «no» a los demás, sino un «sí» a nosotros mismos. Aprender a escucharnos, expresarnos con respeto y mantener la coherencia entre lo que sentimos y lo que hacemos nos permite construir relaciones más equilibradas, auténticas y sostenibles.

CAROLINA SOLIVA GARRIC

Psicóloga General Sanitaria y Neuropsicóloga